ADIÓS RUISEÑOR

ADIÓS RUISEÑOR 

Te fuiste una mañana volando debajo de la tormenta. 

Aquella que desgarraba tu alma sedienta. 

Dejé de escuchar tu canto y se quedó mi voz callada y en tiniebla. 

Se hizo huracán de tormento, cuando dejé de tener tu presencia. 

Mi calma se desvaneció, porque en un momento se creó la tormenta perfecta. 

De lamentos se cubrió mi existencia;

Porque en un instante sufrí más que en toda una vida, que en toda mi vereda. 

Porque en aquel minuto de un descubrimiento se desgarraron mis adentros, con tanta fuerza y sentimientos,

que quise gritar contra el viento. 

Ya no vuelas ruiseñor en mi vida, solo en mi recuerdo. 

Hace ya tanto tiempo tu plumaje era tan bello,

que mis ojos deslumbraban tantos reflejos. 

Pero lo cierto es que el dolor que dentro de tu corazón había creciendo sin remedio… 

Ruiseñor no era soportable sostenerlo. 

Por eso comprendo tu adiós… 

Ahora podrás surcar más allá de la tempestad, podrás volar y disfrutar en la alegría. 

En tu caminar llegó tu momento, de estar tranquilo, de no olvidar, pero seguir con calma tu camino. 

Adiós ruiseñor, no te lo tengo en cuenta. 

Pero si hay algún día un encuentro detrás de esa puerta, quiero… 

Qué miremos juntos por la ventana de una vida nueva y sin complejos.

Yo seré ave como tú, volaremos juntos con la misma guía y unidos en un nuevo viento de comienzos.

Apartando las tormentas del silencio, seremos lienzo de colores lleno. 

Hasta siempre mi querido pajarito, te recordaré y serás una parcela en lo vivido. 

Llena de alegría, qué aunque con tropiezos fueron momentos de cielo abierto y vivido. 

Bellos crueles y llenos de amor, pero tan certeros esos designios. 

Cómo que te amo querido ruiseñor...

Y seguiré haciéndolo. 

Seguiré escuchando aquel canto. 

Seguiré tu risa recordando. 

Estarás para siempre presente en lucha y descanso. 

Porque eres ejemplo del camino y lo andado...

Adiós ruiseñor, dentro te guardo. 

A la memoria de Juan Diego Pérez Salcedo.

24/08/2009.

«Un Ángel jamás es olvidado, solo sigue en nuestra memoria volando».

Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo 

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