¡VAMOS!


¡VAMOS! 

Trae, dame, suelta hermano,
ven y deja en mi alma,
algo del peso de un mar de dolor hiriente, 
te quiero y siento tu lamento arder.
Ven y untate de mis alivios
esos que salvan de los pesares que irritan,
donde aún los fuegos del ayer palpitan
de tus amargantes recuerdos de hiel.

¡Qué la virtud, la fuerza!, 
¡qué la verdadera pureza! 
Así sea la ilusión de nuestros niños,
que aún pueden ser plenitud, 
ser el valor de luchar y salir sin ser vencidos. 
Dame tu mano, y en él adiós se ahoguen
los malditos recuerdos que arden; 
que vuelva la vida, 
su sentir alegría, y huya la pena, 
y paz me traiga el ser para amarte y que nos unamos en ella, la valentía. 

Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo 
POeT@ Intemporal ©.

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