El parásito disfruta de la juventud del perro, de sus nutrientes sanguíneos. 
Pero al caer en vejez el podenco, el parásito empieza a buscar otro perro más joven para habitarlo. Y deja atrás al que le entregó su sangre y vigor, sin importarle nada de lo entregado, sin pedir nada por acogerlo y darle nutrición. Ese ser, solo mira por su continuidad y evolución. En cambio el “can” será fiel y jamás será infiel a su lealtad. Nunca del humano, (su fiel amigo), sea viejo o niño se alejará, tan solo se irá de su lado cuando llegue el final. 
Ahora hazte esta pregunta: ¿a quién se parece más el ser humano?... Si ya lo has pensado, deja de querer y empieza de una vez a amar. No seas un parásito, y sé el fiel y agradecido “can”. 

POeT@ Intemporal ©.

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