POESÍA


Solamente con vivir ya te sometes al destino y a ese excelso decidir: cuál será tu camino. 
Solamente con respirar ya estás sintiendo toda la maldad y también su otra parte la bondad, y esa magia que tienen algunos al acariciarte en la vida. 
La vereda es un huracán lleno de sensaciones, emociones y sentimientos que brillan como la eternidad que nos quiere, nos abraza y siempre lo hará y lo seguirá haciendo. 
¡Esto es vivir! 
¿Lo estás sintiendo? 

Del vivir quiero toda la magia y los hechizos de lo verdadero. De la verdad solamente deseo que se me diga, que se me tire a la cara un beso cierto y eterno de atisbos de ese deseo, el de darme lo verdadero. De todo esto, de todo este camino solo quiero que estés conmigo, y me abraces desde hoy y para siempre, porque ten claro que siempre nos encontraremos. 

Tengo un deseo en la vida. Tengo dos caricias perdidas en el rincón del tiempo. Tengo un pensamiento al que no acudo porque se entristecen mis ojos, porque se ensombrece mi alma si no recojo aquello que deseaba mi corazón, que hoy solamente le anida la desilusión de forzar la idea y el pensamiento, de volver al tiempo atrás, de volver a aquel lugar en que se desvanecieron tus ojos, los que hoy ya no veo ni volverán a mi sendero. 

Las nubes acarician mis manos cuando estoy soñando, y tu pelo me roza el rostro, y siento esa sensible caricia de algo que nace de lo hondo. Y el amor que siempre fue horizonte, que siempre estuvo, para ser el azote de lo que deseo y quiero, de lo que es diluvio eterno, de lo que mis ojos no apartan cuando miran al amanecer. Porque la vida sería algo más malvada si no tuviéramos el amor, si no tuviéramos esa manera de hacernos de la sed calma en el alma, con caricias eternas… y deseándonos toda la bondad que pueda ser… que esté en la senda infinita. 
Y ese deseo es tan cierto y brillante, cómo que te quiero para mí y siendo libre en nuestro existir, sin más que amor que vivir, no lo dudes vida ese es mi deseo y te lo escribo así, desde dentro, desde este punto de encuentro, aún siendo un sueño. 

Una mirada clavada en algo que no importa nada, simplemente la mente divagando en ese ausente de certeza percibir, en eso que no ves, lo imaginado en la cabeza, en eso que está alejado de ser… pues el mal consejero da órdenes nefastas a los pies, el mal pensamiento, el compañero irreal y deshonesto, el que te manipula sin escrúpulos para llevarte hacia su sendero, de ese hemos de alejarnos, de esos delirios extremos hemos de ir hacia delante apartando su desconsuelo. Pero sin dar un paso hacia atrás, para que no puedan adelantarse y hacerte tropezar y dejarte sin amor de verdad, para que no nos coja la mala intención ser libres de intención, y no nos absorba el corazón la locura y su rendición y nos deje la mirada fría por tanta pena de incomprensión. 

Un día caminando por la calle me encontré una niña jugando. Estaba tirada en la tierra del parque, y en ese lugar, y en ese instante me miró aquella criatura y mi alma comenzó a desmontarse, parecía que mi energía salía en desbocadas y huracanadas ondas libres de mi espíritu, donde antes anidaban, ahora se alejaban. Y aquella niña solamente era el abandono, la soledad y el creer indeciso, el yoísmo que me decía a mí mismo, nada claro ni de buen designio. Porque era mi conciencia la que estaba delante, ahí justo delante mío. Me decía que nos marcháramos, que nos hemos ido alejando. Pero que no es el final del camino, pues hay mucho más por lo que vivir, pues el destino nos entrega siempre otro lugar donde reiniciar y donde volver a ser lo vivido y caminar eternos y reales sintiendo, sin finales ni ciclos perdidos, ni olvido del sentir que queda detrás en el añejo destino. Solo volver y realmente tener centrado el espíritu. 

Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo 
POeT@ Intemporal ©.

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