MÁS RECIO QUE EL ROBLE


MÁS RECIO QUE EL ROBLE 

Hoy estas palabras son para mi abuelo: José Salcedo Martínez. 

Él era un hombre de campo, siempre labrando la tierra, siempre cazando en las montañas, siempre llevando a su gente hacía un buen porvenir y que nada les faltara. 

Le llamaban: «Pepón». Con las manos grandes como palas cortaba árboles con fuerza y mucha traza, cogiendo su hacha y hachazo a hachazo los derrumbada con una única mano, para hacer leña y calentarse en los fríos del tiempo, en esas noches de invernales desafíos del clima y sus recios vendavales, donde solamente había conversaciones y tragos de aguardiente, para restarle capacidad a la frialdad del final del día y poder así descansar para el próximo día. 

A su familia adoraba y llenaba de amor y de su calidez para continuar teniéndola en buena esperanza. 

Hombre de tierras murcianas, estas palabras son de tu nieto que con orgullo te escribe este hermoso recuerdo en versos con respeto. 

Son letras para tanto que hiciste, tanto con esfuerzo de lo que hoy disfrutamos. 

Y siempre me acuerdo de alguien que no me conoció cuando era un niño, pero que siempre he llevado en mi corazón con un gran y hermoso cariño. 

Y este poema es para ti: pepón, allí donde estés…, y para tu dama de cabellos plateados, mi abuelita: Ángeles, que allí donde esté la sigo queriendo. 

Los sigo amando tanto…, aunque yo era muy chiquito. 

Sabes que te guardo en un lugar privilegiado, por tanta sabiduría entregada a mi madre, y esta regalada a sus herederos. 

Tenemos que saber darle su sitio a la honradez y al trabajo honrado y de provecho. 

Porque es lo que hoy tenemos gracias a ellos. 

Por eso, hay que seguir luchando porque no haya tanto sufrimiento. 

Aprender de lo que hicieron de provecho. 

Valores tallados en apreciar a otras gentes por igual en el mundo, y seguir avanzando hacia abrazarnos y ser menos golpes en el sendero, menos querer sacar algo del que tienes al lado, pues a mí siempre se me enseñó: que la vida tiene que ser una manera de entregar y de poder acoger con aprecio y amor, y no golpear al espíritu de otro ser por propia condición. 

Así me lo enseñó: José Salcedo Martínez, ese, mi abuelo, mi ejemplo para el que hoy trazo estas palabras, para recordarlo, y aunque no le pude preguntar por irse antes de poderle mi amor entregar, mi madre me transmitió su saber y su lealtad al valor humano, como lo más importante del viaje, sin nada más que amarse y respetar al hermano que nuestra senda comparte. 

Gracias y mil más, abuelo, por dejar esa herencia de igualdad y respeto. 

Siempre en mí, seguirás, ayudando y tapando el dolor con amor sin más que esperar, y el frío con calor, de buen hacer, sin desprecios ni rencor, como así lo hiciste, Pepón, como yo lo hago y lo haré. 


Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo 

POeT@ Intemporal ©.

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