ÁNGELES GUERREROS

ÁNGELES GUERREROS 

Un niño estaba en el mercado con su padre y oyó una conversación entre dos mujeres que compraban en un puesto de casquería y carne. 
Una le decía a la otra: 
«El ángel caído es el ejemplo de la redención humana». 
El niño no sabía qué quería decir aquello. Y al llegar a su casa con su padre de la mano fue a la cocina donde su madre estaba haciendo un guiso muy sabroso, para que al mediodía pudieran degustar en familia ese manjar que creaba con esmero y cariño dedicado. 
El niño le preguntó: —¿mamá qué es un ángel caído? Es que he oído a dos mujeres que hablaban y una le decía a la otra: el ángel caído es el ejemplo de la redención humana. —Pues mira pequeño: tú eres todavía muy inocente, pero tienes que saber que si dañas a otra gente, si le haces daño a otra persona, serás parte del conflicto que traemos en la memoria los seres humanos desde tiempos antiguos, pues como ese ángel caído al que hacía referencia aquella mujer la culpa es de todos y no se puede diluir, que si hacemos daño y nos desgarramos entre nosotros seremos parte de la equivocación de no entender la armonía de Dios, y la redención no llegará a nuestra vida. Lo único que podremos hacer será sufrirla. 
—¿Sufrir qué mamá? 
—Sufrir la derrota de una humanidad que no ha sabido salir a flote del desprecio, la maldad y el padecimiento que asolan nuestras tierras, y destrozan nuestro amor de unidad y de ser iguales ante cualquier momento y proceso. —¿Entonces mamá yo también tengo la culpa? 
—Todavía no, porque eres pequeño aún, pero tienes que saber que tus congéneres tienen la misma oportunidad, el mismo derecho y hay que darles la luz para que no se pierdan en el camino, ni sufran lo que sufrió aquel ángel caído, aquel que se perdió lejos de la senda del amor y aprecio más cierto y bello. 
—Mamá así entonces nunca haré nada malo hacia otro ser humano. Porque no quiero estar triste como el ángel, yo seré amor y leal para que nadie se caiga sin aprecio ni se vea perdido sin apoyo, amor y felicidad para todos, así nadie jamás será culpable de los lamentos y la falta de humanidad. 
—Bien mi pequeño. Pero has de saber que si te entregas al amor de la suprema divinidad deberás ser primero fuerte y duro como el acero, así tu amor será útil y más verdadero. Porque si no nos endurecemos en los senderos no podremos proteger, apoyar y darles ilusión y aprecio a otros viajeros, pues el mal al acecho está y ha de temer al Guerrero de Dios por su armadura templada de experiencias y buenos deseos. 
—De acuerdo madre iré por mi traje de soldado y empezaré a vivir y a entregar amor combatiendo a los malvados que dañan a otros viajeros. 
—Muy bien hijo mío, pero anda antes de ir a jugar y ser valiente ayúdame a poner la mesa. 
—Sí, mamá. Ah, que sepas que te quiero. 
—Y yo a ti, mi pequeño, mi futuro Ángel Guerrero. Tú eres la esperanza de paz y de amor que espera de la humanidad nuestro Padre en los cielos. Los niños sois lo más importante para que la vida trascienda hacia el amor de todos y para todos, y que seamos al fin dignos de la verdad absoluta de amar sin amarguras ni desprecios. 
Sois la verdad del cambio. Sois el final de la pesadumbre en las almas. Sois la derrota del sangrante odio. 

Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo 
POeT@ Intemporal ©.

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