GRITOS




GRITOS 

Se oyen tantos gritos sin oírlos. 
Se nota tanto que la suciedad de los seres, esa intención maldita codiciosa, que tanto enturbia lo que podría ser una vida, que podría llegar a ser gloria, que podría tenernos siendo amantes de la dicha y teniéndola despejada, libre de horror la memoria, de crueles momentos, de guerras sin provecho, de estampida, de felices hallazgos sin ser destrozados. 
Porque no somos nadie, no podemos hacer y crear dolor sin más, y para que todo esto… porque se oyen, nada más que gritos a veces silenciosos, y otras tan altos en voces vacías de amar, gritos tremendos. 
Caminas por las calles, ves las gentes desesperadas, que no dicen nada, pero se lo notas, puedes notar cómo están desvalidas y sin esperanzas de encontrar un día un lugar, una tranquilidad o hallarse en una ocasión encontrada, con el amor, y con una lealtad que les sepa a alegre y hallada alegría esbelta y encontrada, y se acabe tanta maldad, tanto sucio complejo del que no se ama, ni amará nunca a nadie más. 
Y es que el dinero fue el principio de un codicioso fuego, que todavía está ardiendo, y lo quemará todo, arrasará con lo querido y con lo más auténtico: que es la unión y poder ser una verdadera magia, que nos dé un despejado y plácido progreso, si arder la dignidad ni ser esta vida una humana travesía, de gritos, desde nuestra propia prisión. 

Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo 
POeT@ Intemporal ©.

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