Había una vez un corazón resecado que no podía disfrutar de igual manera que otros seres de la alegría, del amor y de las caricias que le daba su familia. 
Un día encontró dentro de sí, en el interior más profundo, justo lo que lo envolvía, en el alma, ese deseo universal que a toda existencia engloba dentro de un físico para que realice las acciones y sea derivada a la evolución espiritual. 
Y así el corazón se dio cuenta que tenía que vivir, tenía que generar satisfacción en otros corazones, y así podría latir mucho más enriquecido del conocimiento y la virtud de poder ser un latido que se une al latir común. 
Siendo así enriquecimiento en y para la existencia de lo universal más precioso, que es el vivir una y otra vez fortaleciendo los tejidos de los seres que habitamos los senderos maravillosos y de crueldad del aprendizaje, para crecer en un sabio complejo y unido encuentro de luz en todo lo vivido y precisado, en cada trazo de vida y incursión en días de fuego y ungüentos lúcidos y hermosos, mentalismo del ser enlaces de amor más beneficioso. 

Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo
Poeta Intemporal ©.

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