NADA QUE HACER



NADA QUE HACER 

Mi corazón destruido 
Sé, que siente en la muralla. 
El hedor del adiós trasero 
es el desvelo de las ausencias.

La puerta de la alegría lleva cerrada tanto 
tantas lejanías. 
Sé, lo tengo lejos de libre frío. 
Y la pena congela mi alma en peso que hiela. 
De la sedienta alegría mi estar se aleja.

La enorme fosa de la tiniebla
el roto redoble negro, óxido de lamento. 
Para ir al día sufriendo. 
Solo tremenda distancia de lo verdadero. 

¿¡Qué fue, dónde se quebró!? 
¿De qué sintió, y qué fue lo que lo desquebrajó?, bordeado del adiós que llora. 
¡Así llena toda el alma la culpa desgarradora! 
¡Qué hacer, si ya no hay volver! 

Ya no hay nada, ni sentir, ni perdón. 
El candil del amor se apagó. 
¿Por qué te dejé ir, en aquel desliz?
Ahora estoy consolado por río de llanto, solo como un destello ahogado y seco, 
de caricias sin ruegos aceptados. 

Autor : Miguel Ángel Pérez Salcedo 
Poeta Intemporal ©.

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