MIRANDO LAS NUBES



MIRANDO LAS NUBES 

Es primavera, estoy sentado en la terraza. 
Miro al cielo como las nubes pasan. 
Siento el perfume de la floración, de esas flores maravillosas, encantadoras, y que son aroma de la esperanza. 
Porqué hay tanta belleza en la naturaleza y tanto color de alegría que el dolor espanta. 
Por un momento se va la agonía, se desvanece y se llena de amor el alma. 

Mirando cómo revolotean los pájaros al fondo, cómo se sincronizan y como están tan entusiasmados de volar libres por su cielo, por ese lugar de libertad en el que nadie les pone barreras, ni nada encadena su vuelo libre y bohemio. 

Son libres, criaturas que conocen lo que es amar el cielo, canto esplendoroso de darse cuenta que la libertad es un gozo, no se busca en el vuelo, sino que nace del esplendor más absoluto que se tiene en el espíritu, que envuelve todo y es una ola universal de bríos en lo gozoso del amor en la sincera inmensidad, que sale y brilla sin más que suspiros de luz en intensidad. 

Porque la libertad es todo, es lugar, está en toda la majestuosidad del principio y el final. 
Porqué cuando naces desnudo, llegas y eres libre, pues nada te ata en la vereda, y cuándo te vas eres como una nube en el cielo que se funde con otras y que baila con el viento, nada más. 

Porqué lo más maravilloso, es que te sientes muy profundamente agradecido con la vida. 
¡Porqué sí!, también hay dolores y situaciones muy sufridas, pero pasan como el viento va arrastrando las nubes hacía aquel realismo de dicha tan divina, así en amar en la cosecha de bien recogida. 

Sean acogidas y recolectadas por la esencia las semillas y vuelvan a tener una nueva ocasión de mostrar su lúcida alegría de libertad, cómo el ser humano tiene por crear y por dejar a un lado la desolación a los demás. 
Crecer es más… se trata de caminar también por debajo de cielos oscurecidos, en los que las nubes ennegrecidas se transforman en tormentosos momentos, de lluvias frías que mojan tu vida. 
Pero vivir es precioso, vivir es una oportunidad que no hay que pasar sin acariciar el alma de otros. 

Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo 
Poeta Intemporal ©.

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