A LA MADRE QUE ES LA MÍA




A LA MADRE QUE ES LA MÍA 


Delirios de cariño al nacer, es grito del que va a emprender camino y a sentir la sed. 

El jardín de tu amor donde pasé mi dolor, encerré al mal y el ser fuego para otros, no quemó en desolación mi por ti aprendido corazón, no da rabia ni causa dolor, madre de mi alma e ilusión, de ser el ser mejor por tu tan delicada lección. 

Y se perfuma de felicidad mi caminar, al que le entregas tu adoración. 

Eres más que un aroma de felicidad. 

Eres lo que siempre encuentra mi sufrimiento y lo hace que se quede en nada más. 

Aplacas el doloroso momento con tu ejemplo y tus consejos de amor sin esperar nada más que un beso, un abrazo, una mirada de amor de lealtad. 

A la madre de la vida… 

A las vidas que entregaron la suya por educar otras esencias perfumadas. 

A la mía le digo que siempre la llevaré en el alma, como una especie de pergamino, dónde acudir para volver a leer aquellas palabras, sensibilidad que entregaba y entrega todavía, y tantas que desde las lejanías lucharon por darte lo que hoy en día vuela, lo que eres… pues se lo debes a tu madre, se lo debes a ella, a la mama. 

Porque ella te dio el entendimiento y ser paz en otros desaires, pues si eres algo perverso malvado en tus caminos, no es por lo que te dio ella, (quizás) es porque lo que prende dentro de tu interior solo es oscuro, es un lamento que viene desde hace tanto tiempo. 

Pero ellas no son culpables, ellas traen la vida y le desean lo mejor, y quieren que el fruto sea bueno y que siempre despeje el dolor. 

Madre de las vidas, mi vida fue mejor por tenerte en mi compañía. 

Porque siempre doy las gracias al haber nacido con una amiga, con una profesora de vida, que me da caricias y me entrega la sabiduría qué aprendió con los golpes de esta travesía, mi esencia de prisa e incierta senda venidera, más que una madre, más que la puerta a la luz primera, madres son viento que seca las heridas, son la paz en la incertidumbre que el ser divisa en brumas de lo que aguarda la vida. 

Madre de mis días, y tu verso, que será mi despertar de cálida sonrisa, siempre y nada se llevará tanta dicha. 

Quién soy, en ti radica, madre linda. 


Autor: Miguel Ángel Pérez Salcedo 

Poeta Intemporal ©. 

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