LO HICE, NO RENIEGO

Descubre el sendero de mis palabras...


Primero aclarar que el siguiente texto no es apología del ojo por ojo y diente por diente.
Decir también que es solamente un conjunto de palabras que llega desde la imaginación y que la realidad siempre supera a la ficción.
Dicho esto, solo me queda dejar claro que un asesinato nunca está justificado.
Y que la venganza no es el camino adecuado para acabar con el sin sentido y la lacra del que golpea y desgarra el amor, desgarrando a otras almas y guiando su vida en mares de desesperación y humillación como normalidad irreal. Que tiñe la raza humana de sendas desorientadas.
No a la violencia y los golpes de la incoherencia.
Solo es un relato creado desde un lugar llamado corazón desgarrado.
Solo es lo que no se ha de hacer, ni creer que esa manera de proceder puede cambiar una violenta realidad.

LO HICE, NO RENIEGO


No señoría, no titubeo cuando digo que volvería a hacerlo.
No, no tengo miedo a lo que me depare este hecho.
Mire yo le cuento:
Era tanto tiempo viendo como la arrastraba por el pelo en la entrada dónde vivo, y sentía ese desprecio al que la golpeaba y desangraba sus deseos.
Mire señor juez, hay algo que no confesé cuando le arranqué el último suspiro y fui detenido.
La noche que lo destruí y le clavé el puñal en el pecho, esa noche oía cómo gritaba, y no paraba de crecer mi rabia.
Porque le tengo que decir que recordaba los encuentros con esa dama, que ahora vive liberada.
Recordaba impotente mordiendo una cadena de plata que me regaló mi querida madre antes de que me dejara.
Se repetían esos momentos en mi pensamiento con ella en la cola de la caja, al hacer la compra como reíamos y en pena de pronto su gesto cambiaba.
Entienda que la quiero, que ella me robó el entendimiento, pero sin querer hacerlo.
Sí me lo hubiese pedido, no creo que lo hubiera hecho.
Tantos ratos de verla llorar en el descansillo del cuarto antes de subir al infierno de arriba.
Sabe lo que yo sufría, días de ver esa belleza manchada con golpes del maldito dueño de su condena.
Ahora sabe que aunque no vuelva a verla, la he liberado de las cadenas de aquel carcelero que rompía la sonrisa delicada de mi querida Elena.

Como se declara el acusado…

Soy culpable de calmar el llanto, para dar paso despejado a un alma, y que marche con sus hijos, al vivir de verdad y con amor sincero y digno.
Y yo seguiré lamentando esta manera de acabar, con algo que no tenía otra manera de acabar.
Y le digo más, sé que cuando sueñe en las noches de presidio. Podré oír la voz de mi madre. Elena, ¡sí! Se llamaba como ella, y me dirá: tranquilo mi vida no separaste unas vidas de caricias y alegría, si no que hiciste justicia apartando un monstruo de su víctima, y eso se llama heroicidad, aunque los hombres no te esculpen, tú tendrás el alma tranquila por regalarle una nueva vida al amor de tu vida.

Y sé…
Que mi alma descansará en paz.

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