La poetisa del dolor

Descubre la belleza de las palabras:



La poetisa del dolor

Sharon tenía 25 años era originaria de un pueblo de la costa francesa, pero llevaba 10 años viviendo en Zaragoza. Sé
instalaron allí ella y sus padres, porque su padre que era corredor de venta de arte había conseguido una oferta de trabajo en un museo muy importante de la comunidad de Zaragoza. Y no se lo pensó dos veces y viajó junto a su familia, para instalarse y tener un proyecto de vida más aliviado y reconocido.

Sharon era una chica con ideas muy despiertas, era brillante cuando se ponía a escribir. Enlazaba palabras y creaba poemas relatos y reflexiones. Pero todo ello tenía un toque de dolor y tristeza. No sabía escribir más allá del sufrimiento, sus palabras y sonetos eran como la caída en un precipicio de la pena y el dolor.

Su mejor amigo Pedro, siempre le había dicho qué ganaría mucha riqueza su escritura, si también le escribía al amor, a la felicidad y a la dulzura, pero Sharon no sabía hacerlo.
Solo podía escribir cuando tenía un tropiezo, cuando sufría y pasaba desdicha.

Una mañana Pedro al encontrarse con ella, de tantos días que quedaban para tomar café y hablar, le hizo una propuesta a Sharon, la cual él pensaba que no podría rechazar, le dijo: que porque no intentaba escribir cosas bonitas, que empezara por un relato, donde hubiera una historia de amor con un final feliz, y sin ninguna desdicha ni dolor. Le dijo que la vida no solamente se componía de sufrimientos y pesadillas, que también había maravillas llenas de color y alegrías hermosas, en los caminos de la vida. Ella le sonrió y le dijo que era incapaz, que lo había intentado, pero que sus pensamientos a la hora de describir una historia o de crear un poema eran de lamentos y de pena.

Después de aquella conversación pasaron dos meses. Sharon seguía llenando libretas seguía creando belleza, que ardía de el fuego del dolor y el sufrimiento, hecho lamentación en palabras.

Una tarde Sharon estaba en el parque cercano a su casa leyendo un libro, de sonetos que le encantaba. Se acercó a ella un chico de ojos azules, un poquito más alto que ella, le sonrío y le dijo con una voz tranquila y serena:
- ¿hola vienes mucho por aquí?
- soy Antonio encantado de conocerte - ¿cómo te llamas? a lo que Sharon contestó:
- déjame en paz, no ves que estoy leyendo, quién te ha dicho que te metas en mi lectura - adiós por favor vete.
El chico bajó la cabeza triste y se marchó a paso lento.

Después de aquel día Sharon seguía con su rutina, con su vida, enlazando palabras y llenando las libretas de bellezas.
Otro día después de 2 meses, volvió a estar en el mismo lugar leyendo y el chico de 2 meses atrás, volvió abordarla y le pregunto: - oye perdona no sé si te acuerdas de mí - me contestaste muy mal la última vez - pero quería saber una cosa: - ¿te gustaría que fuésemos a tomar un café con leche, una cocacola o algo para merendar? Sharon aquel día estaba algo contenta, pues en el trabajo le había ido bien. Había sacado adelante la faena, y le contestó:- bueno pesado, vamos a tomar algo, - pero no me des mucho la lata ¡eh! Vale.
Los dos se marcharon a una cafetería y comenzaron a hablar. Se contaron sus vidas, como les iba el realizar los sueños. Si podían conseguirlo, si se iba labrando su futuro satisfactoriamente.

Después de aquella merienda, volvieron a quedar una, dos tres y cuatro veces más.

Después de un tiempo hablando de todo, se dieron su primer beso, bajo el árbol al lado del banco donde se conocieron. Y fue para Sharon, el comienzo en el escribir sobre el amor y la felicidad.

Pedro cuando supo que Sharon ya podía escribir de cosas dichosas de felices momentos y enlazar frases hermosas.
Le dio un abrazo y le dijo: lo sabía, sabía que lo conseguirías, lo único que te faltaba, era un gozo en la vida, y Sharon le sonrío y le dijo: creo que mi alma estaba tímida y dolorida, por algún pasado en el que sufrí y estuve sumergida en pena y desdichas. Pero hoy me he dado cuenta que he despertado del letargo de la agonía, y desde hoy para siempre no solo escribiré de la lástima y el sufrimiento, sino que seguiré mi camino mentando también lo maravilloso y lo bello.
           FIN

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