Entre versos del pasado

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Entre versos del pasado

Llegué a la vida y me costó hacerme a la idea, de que tenía que vivirla.
Fui ciclón de niñez sin medida, todo era como una película de ciencia ficción. Dónde vienen del espacio y te intentan abducir, para que abraces el destierro y subas más allá de las estrellas, junto a seres que no conoces y solo te observan.

No hubo oportunidad de cambiar lo que ahora es mi pasado.
Se hizo viaje entre niebla y luz cegadora, me bañe en el lago de los delirios, tantas veces que pensé que iba a ahogarme, pero flote una vez más en cada zambullida.
Estuve navegando por mares de locura. Y volví seco de cada naufragio.

Mi alma fue el actor principal de un cortometraje, basado en hechos reales. Cada secuencia llena de valentía y algún que otro amor descuidado.

Me sentí despreciado, por diferente, apartado y olvidado.
Creció mi mente volviendo con heridas, pero con el espíritu cicatrizado. Estuve al borde del colapso, me cogí de la realidad que latía dentro de mí conciencia.
Y la demencia dejó de molestarme, se apartó a un lado, pero pude volver a mí independencia a la libertad de mi individualidad.
Y volví a ser dueño de mi presencia.
El bloqueo me arrastraba a veces con violencia, quería llevarme al letargo, pero logré con mucha fuerza y valentía esquivarlo.

Paso todo por algo, ¡lo sé! Sé que los huracanes del pasado, fueron mi salvación y el comienzo del ser humano, que ahora puede contarlo.

La noche no acababa y no salía el sol en mi vida, pero las estrellas brillaban más y me hacían compañía.
En la oscuridad servían a mi alma como guía.

Nunca se olvidó de mí el universo y me fue marcando los pasos, protegido y a salvo pude levantarme de cada tropiezo, pude volver a encontrar la salida en cada pesadilla. Abriendo los ojos y dándome cuenta, que toda esa fantasía creada y dirigida por mis inestables desdichas era por algo.
Era garantía de una nueva vida.
Tanto coquetee con el final de mi vida. Que se hizo principio de una historia más decidida, y con experiencia grabada y aprendida.
Eso lo llevo conmigo ahora en mi vida.

La soledad me visitaba a diario, con la poca delicadeza de despreciar mi intención de sobrevivir, de reponerme de ponerme a salvo.

Un encierro, un rincón apartado. Donde lloraba mi corazón, dónde solo podía lamentarlo y se desgarraban mis entrañas, se nublaba mi mirada.
Era tanto el dolor que no lo soportaba.

Se olvidó por un tiempo de mi la libertad, pero un día abrí la ventana y eché de nuevo a volar.

Hoy estoy vivo, y por ello estoy agradecido al destino.

Hay algo que no olvido de mi pasado y que utilizo en cada paso a diario. Esa capacidad de volver del fracaso, con más garra y más feliz, más calmado. Gracias a ti, gracias a la vida.

Hoy me quiero y soy Rosa florecida, que por fin brilla.


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